2/2/24

Manuel Brandazza, Arteba , set/2023

Niño de río de Manuel Brandazza

Arteba, set/ 2023. Pasto Galería



Con él llegará la lluvia

                          Esa misma luz los envuelve a todos,
                   como si irradiara de los cueros, las escamas
                          chamuscadas,..., adentro de este verano
                          más inmenso que ellos
                                     de No es un río de Selva Ahumada

El niño de río de Manuel Brandazza, un dibujo, esgrafiado sobre barro, está parado sobre las brasas, las cenizas y los restos de incendios en las islas que nunca se aplacan, mientras que el Niño pescador, ícono y referente, escultura de Lucio Fontana, tiene los pies en el agua de una fuente en una plaza de Concordia desde 1949.
Y no es un pez lo que atrapa como en la obra de Fontana, sino una gran yarará de corazones marrones y movimiento sinuoso que bien podría ser el sostén del niño si este fuera una escultura como el primero.
Niño y yarará los une la tensión, el eje curvo de la serpiente encontrándose con el del joven, que también se mueve , adelantando sus rodillas, el torso hacia atrás, brazos hacia adelante, tomando a la víbora debajo de su cabeza.
Atravesado por el río, el Niño del 2023, en su piel lo tiene todo. Poros como escamas o estrellas. Constelaciones. Redes que florecen, luego vuelan como mariposas, y al romperse sueltan espinazos de peces que caen como semillas. Y de allí surgen plantas entrelazadas.
La sirena y su embriagador canto, que compite con el vino y los hechizos. Todos los sexos tienen mucha sed y portan collares de perlas que intercambian como souvenirs de lunas, ataviados para desfilar sobre la arena y ser vistos desde lejos.
También tiene arañas, insectos, bichos que nunca descansan y hasta el acecho de animales escondidos en la noche.
Lo envuelve un aire espeso, caluroso, por donde viajan peces que llevan agua y nuevos ríos en su vientres.
El niño es un arca que tiene todo para regerminar la variedad de la vida en la isla y más allá de ella.
La tierra lo necesita para germinar bajo sus pies descalzos, él es un refugio de ese fuego que no cesa. Es el sol que apaga su explosión de atardecer en el río. Es un respiro de su boca entreabierta. Es la noche que por fin llega para reparar lo que el día ha roto.
El ritual comienza con las manos del artista acariciando el barro. Ahora el niño está brotando vida, parado en la muerte y yo, en silencio, me quedo frente a él como rezando para que del dibujo siga saliendo un nuevo mundo.
Con él llegará la lluvia.
Texto Marcela Galuppo

No hay comentarios: